1.4.11

El futuro político de España


El articulista del diario La Vanguardia de Barcelona Antoni Puigverd publica hoy un artículo en el que, a mi juicio, analiza correctamente la talla del que podría ser el futuro presidente del país. Si es así mal futuro nos espera. Ojalá los votantes se den cuenta a tiempo y eviten la catástrofe.

A CONTINUACIÓN LA TRANSCRIPCIÓN INTEGRA DEL ARTÍCULO.

¿Espía o soldado?


A veces de un color, a veces de otro, la lógica del chacal siempre acaba imponiéndose en España. Obsesionado con la perfección, Flaubert describió como impotentes a los críticos: “Se escribe crítica cuando no se es capaz de hacer arte”. La frase no es muy original, pero Flaubert la salvó de la vulgaridad gracias a su imaginación metafórica: el crítico es “como el espía que no está en condiciones de ser soldado”. Con frecuencia, Mariano Rajoy parece desconfiar de sus propias artes políticas, pues se dedica en cuerpo y alma a la crítica. ¿Prefiere la posición ventajosa del espía al noble riesgo del soldado?

Declinaba Zapatero, en los últimos tiempos, perdida toda credibilidad, descubierta incluso por los más ciegos su insultante inconsistencia. Declinaba, mientras los dirigentes del PP, con Rajoy a la cabeza, se las prometían felices. Sentados en el porche, con una copa fría, esperaban que el cadáver del enemigo pasara por delante. De repente, de un despacho secundario, emergió una figura discreta, sin aparente atractivo. Alfredo Pérez Rubalcaba. Un tipo que nunca había dado a entender que ambicionaba el mando: alguien que, por edad y salud, más parecía destinado a la jubilación que al liderazgo. Con perfil franciscano y agilidad de zorro, Rubalcaba, ya en la época de Felipe González, abandonó la parcela educativa para especializarse en el inframundo etarra. Sus últimos años de arduo trabajo, ya bajo la volátil batuta de Zapatero, le han permitido culminar el proceso de asfixia de la organización etarra iniciado por Aznar. Rajoy ahora no debería olvidarlo: Rubalcaba colaboró lealmente con el Ejecutivo de José María Aznar, encabezando la delegación socialista que firmó en el año 2000 el acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo.

Si Rajoy aspira a ser un presidente de verdad, tiene que superar un obstáculo difícil. Debe vencer a un verdadero espadachín. ¿Se atreverá? ¿O preferirá asegurar la victoria con las cartas marcadas? Esperaba Rajoy que pasara el cadáver de Zapatero, cuando el coriáceo Rubalcaba apareció en su camino. Rajoy puede hundir a Rubalcaba antes de las elecciones si, en vez de oponerse a él en duelo franco, con armas iguales y reglas nobles, se sube con su PP al coro de los chacales y consiguen pringarle en el frente judicial del caso Faisán. ¿Pueden hundir como colaborador de ETA a un ministro como Rubalcaba que tanto ha trabajado para derrotarla? Pueden. Pero Rajoy ya no sería entonces presidente por su cuenta y riesgo: debería la victoria a P.J. Ramírez.

Enfrentándose en buena lid a un rival de enjundia como Rubalcaba, podría conquistar Rajoy una autoridad moral que sin duda va a necesitar en estos años tan difíciles. ¿Preferirá dejarse arrastrar por el ventajismo del crítico, blandiendo no las armas del soldado, sino los métodos del espía? ¿Puede ganar Rajoy el año próximo hundiendo el buen nombre de un servidor leal del Estado? Puede. A veces de un color, a veces de otro, la lógica del chacal siempre acaba imponiéndose en España.