27.2.05

Acércate a los libros

La literatura, como todas las artes, sufre los embates del marketing. Los libreros nos tientan poniendo en lugar preferente los libros más vendidos utilizando el criterio de que lo más vendido es lo mejor. A mí personalmente siempre me ha parecido que “donde no hay publicidad resplandece la verdad” por lo que paso olímpicamente de estas ofertas. Incluso dudo de que los más vendidos sean los más leídos.

Por eso no les sorprenderá que me llamara la atención la website Acércate a los libros que precisamente está dedicada a la literatura desmaquillada de intereses comerciales. Su autor, un león de toda la vida, te contagia enseguida por su amor a la literatura y la poesía artes que además domina. Para muestra un botón de su creador Francisco Martinez Romero.

No sabía lo que era pedir un poema, pedirlo desesperadamente, a voces con un teléfono por la calle. Siempre existe un poema adecuado para solventar cualquier situación difícil, siempre quedan palabras que no te ha dicho nadie, una hoja casi en blanco, un placer inexorable y diferente y quiero volver a sentirlo, a leerlo, a emocionarme, a llorar luego más despacio entre las letras.

Estoy dispuesto hasta aprender si es preciso el arte más espeso que tiene la vida: acostumbrarse a seguir con lo que te va quedando. Me va quedando menos por eso lo que tengo lo necesito en un círculo más cerrado y más propio, más íntimo, con las luces apagadas, dueño de nuestros secretos inseparables y únicos como la celebración de un hedonismo seguro y febril, un adulto que sujeta todavía los muros de su pasado, los sueños de su presente a base de versos, de esos que nunca supe escribir.

Necesito un poema de ella de tal manera que saldré a la calle si es preciso, desnudo, pero con el sentimiento puesto para seguir pidiéndolo. Quiero leerlo y escucharlo luego con una voz desgarrada y lenta dueña completa de los destino de cada uno de mis sueños. Pido lo que no pide nadie porque quiero luego dar lo que no da nadie, la capacidad de amar hasta que me digan bastante, hasta el límite de mi posibilidad de quebrarse, a pedazos ya mi razón y mi memoria.

Mientras, dejaré desde los ojos hasta la tierra la lentitud de mis lágrimas de hombre viejo. Mientras, me quedaré sin lenguaje y en completo silencio, sin la historia de mis labios cuando piden un beso; con la mirada abierta que sólo sabrá reconocerla a ella, adicto a su intensidad de quererme, con la gracia y la desgracia de las cosas intensas. Mientras esperaré -a eso me obliga ella- a la intemperie mi lenguaje como un amante tardío que le han dejado sin los versos. Mientras esperaré con el deseo abierto como si fuera una vasija antigua hasta que llegue ella enredada en el poema. El hombre casi no tiene naturaleza, es su historia y la mía es con ella.


16.01.2005 Acércate a los libros