8.1.09

Las uvas de la suerte



La costumbre española, adoptada en numerosos países de Latinoamérica, de tomar las uvas al ritmo de las 12 campanadas de la Nochevieja, para contribuir a la prosperidad y felicidad del Año Nuevo, va a cumplir un siglo.

Para ver hechos realidad los deseos, el ritual manda que se despida el año tomando las "doce uvas de la suerte", una por cada mes, al compás de cada una de las doce campanadas de reloj que marcan la medianoche del 31 de diciembre.

Muchos creen que, como todo, hay detrás un interés económico y sitúan el origen de esta tradición en 1909, cuando la extraordinaria cosecha de uvas de esa temporada llevó a los viticultores españoles a repartir el excedente y alentar el consumo para atraer la buena suerte. Pero como suele ocurrir con las tradiciones hay argumentos discrepantes. En esos años, a principios de siglo, había hambre y por tanto hablar de excedente es arriesgado, teniendo en cuenta además que las cosechas de uva por entonces eran pequeñas.

Lo que es indiscutible es el progresivo protagonismo navideño de estas bayas comestibles fruto de la vid, ricas en antioxidantes, fósforo, potasio, hierro y vitaminas, de las que se consumen en España, en la última semana del año, entre un millón y medio y dos millones de kilogramos.

Desde el 1962, TVE retransmite las 12 campanadas lo que ha contribuído al arraigo de esta costumbre. Desde ese reloj, el paso de un año a otro dura en la actualidad 36 segundos y sesenta centésimas, tiempo para tomarse una a una las doce uvas, que en 1997 se les atragantaron a muchos españoles debido al ritmo frenético de las campanadas, que sonaron en sólo 17 segundos.

En Latinoamérica las uvas se tienen que hacer hueco entre ritos como tomar lentejas para conseguir abundancia, meter billetes en los zapatos para lograr fortuna, pasear con maletas para viajar en el próximo año, cascar huevos en un vaso con agua e interpretar al día siguiente su forma, quemar muñecos o usar lencería de color rojo o amarillo.

Recuerdo que la primera vez que traté de engullir las 12 uvas casi perezco en el empeño. Al año siguiente tomé mis precauciones quitándoles previamente la piel y las pepitas. Pero así y todo las pasé canutas por lo que decidí no 'tentar' más a la suerte. En Holanda creo que la he practicado en un par de ocasiones para 'informar' a los nativos de nuestras costumbres.