La fiebre naranja
A pesar de que llevo más de 30 años viviendo en Holanda este país consigue sorprenderme a menudo. Un país donde el individualismo está muy desarrollado en determinadas situaciones responde como 'un solo hombre'. La lucha contra el mar es un ejemplo de ellas. Entonces aparece un sentimiento nacional sorprendente. Lo que ya no se entiende tan bien es cuando hay una competición de futbol bien sea europea o mundial. Aaamigo, entonces aparecen por todos lados, como por arte de encanto, banderitas naranja, color cuyo nombre proviene de la casa real Oranje (naranja) y de las camisetas del equipo nacional.
Los vecinos decoran las calles espontaneamente con estas banderitas. La gente se pone camisteas de este color. Las tiendas se decoran también con estos colores y de paso se forran vendiendo toda clase de artículos con tal que sean de color naranja. Si el tiempo acompaña muchos barrios colocan una pantalla gigante para poder seguir los partidos en comunidad. Este año han sido prohibidos estos encuentros ya que la cerveza solía excitar los ánimos dando lugar a excesos desagradables para los pocos vecinos del barrio a quienes el futbol les importa un pepino.
El mundial de futbol tiene el morbo de que Holanda ha jugado dos finales y ha perdido las dos. La primera a manos (en realidad a pies) de los alemanes, el enemigo número uno de Holanda desde que fueron invadidos por Hitler durante la segunda guerra mundial, y de los argentinos, en tiempos del dictador Videla, que este año tendrán como rivales en la fase preliminar.
Nos espera un mes duro ya que la fiebre naranja va en aumento desde el año 1988 en el que Holanda se proclamó campeón de Europa. Un proceso interesante por sus contradicciones inherentes a la 'cohesión social'. No hay 'nosotros' sin 'ellos' y 'ellos' sin 'nosostros'. Siempre dudo en que casilla me situaré.
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