El estío

Las vacaciones, para que sirvan de descanso y recuperar fuerzas que nos permitan seguir la lucha diaria, deben cumplir ciertos requistos. Cito alguno a voleo: cambio de rutina diaria, de régimen alimenticio y de aires. Según estos parámetros mis vacaciones han sido perfectas. Lo de si estos cambios me han dado fuerzas, permitidme que lo ponga en duda.

He pasado cuatro semanas a temperaturas superiores a los 30 grados lo que me ha dejado bastante tocado. Si no llega a ser por el aire acondicionado del coche no habría sobrevivido los 6.000 y pico de km que he recorrido por la geografía europea. Menos mal que se estropeó casi al final de las vacaciones.

El fallecimiento de un ser querido también nos ha afectado mucho así como el deporte practicado a media tarde bajo estas temperaturas infernales. Ha sido un milagro que lo hayamos sobrevivido. Así que si sumamos todas estas circunstancias no creo que pueda hablar de recuperación de fuerzas. Más bien todo lo contrario. Como compensación ha habido encuentros entrañables con familiares y amigos que no suelo ver con frecuencia. En este sentido las vacaciones sí que han sido positivas.

La última semana la hemos pasado en los Alpes lo que nos ha permitido poder dormir bien y con manta a pesar de los 30 grados durante el día. Una maravilla. Para los que vivimos en los Países Bajos pasearse a 1300 metros de altura es toda una experiencia. Dí que al regresar al nivel bajo el mar me ha cogido una flojera que aún me dura.

Holanda ha padecido también un verano de temperaturas infernales. En estos países, con casas preparadas para no dejar escapar el calor, estas temperaturas son funestas. Cuatro semanas sin agua, a pesar de los cuidados de nuestra vecina, ha terminado con las plantas del patio por lo que el aspecto que ofrecía la casa a nuestro regreso fue deprimente.

Desde ayer han bajado las temperaturas y llueve bastante. Ahora a empezar la letanía de siempre quejándonos de que siempre llueve y no luce el sol. Y es que cualquier tiempo pasado fue... ¿peor?