12.8.09

¿Existe dios?



Hoy he dado con el blog de Manolo Saco titulado 'La carga de la prueba.'
Me ha gustado mucho y por eso os quiero hacer partícipes de él y lo transcribo a continuación. Espero que a vosotros también os guste.

La mejor defensa de las religiones ante los estragos que la ciencia provoca en su negocio es que los científicos nunca podrán demostrar que dios no existe. Es fantástico, porque como nadie puede demostrar que no existe el Ratoncito Pérez tampoco pueden echarte en cara que estás haciendo el ridículo adorando al Ratoncito Pérez.

La ciencia sólo podrá demostrar que, desde Darwin, creer en la existencia de unos primeros padres es una necedad, que es imposible construir un arca en la que meter una pareja de cada especie animal para salvarlas de las aguas de un diluvio, la ciencia sólo podrá demostrar que el universo no sólo no se creó en seis días sino que está en permanente recreación, podrá demostrar que el alma es el cerebro, y que según funcionen las conexiones neuronales así será tu comportamiento, y serás un violador compulsivo, un cobarde, un tipo bondadoso, un asesino… y todo por tu diseño genético, pero jamás podrá demostrar que no existe lo que no existe. O sea, dios. Cierto es que la religión tampoco, pero ese es un detalle sin importancia.

Con ese hallazgo (teo)lógico en la mano ya puedes creer en cualquier disparate porque te asiste el derecho, no sólo a que nadie se meta con tus creencias, sino a utilizarlo como instrumento lógico para razonar con él en cualquier orden de tu existencia. Y claro, cuanto más vas a misa, más interiorizado tienes el método analítico, y tan pronto oyes el ite missa est sales pitando, como Montoro, o como Pons, o como Trillo, o como Rajoy, o como Arenas, o como la Cospe, a gritar que si aparece corrupción entre sus filas es porque Zapatero dio la orden, no de que se corrompieran (¿) sino de que buscaran a los corruptos del PP. Porque hemos llegado a una trama del sainete en que lo inadminisble no es la corrupción en sus filas, sino que se persiga esa corrupción.

¿Y cómo se demuestra que su acusación es falsa? Pues no hay que demostrar nada. Según van saliendo de misa, se agarran al primer micrófono que encuentran para recordar que, siguiendo las divinas enseñanzas, es el acusado (Zapatero) el que tiene que demostrar su inocencia, como ocurría y ocurre en las dictaduras donde el estado de derecho es un estorbo.
Nadie en el PP acude ante el juzgado de guardia porque los juzgados de guardia son una guarida de rojos que exigen que las acusaciones se sustenten con pruebas. Pruebas, pruebas, vaya bobada. Ahora el juntacadáveres dice tener pruebas de que se les escucha ilegalmente, de que se les persigue sin motivo. ¿Y dónde están? ¿Por qué no las presenta al juez?

Y aquí es donde entra en juego un segundo principio fundamental en el Partido Presunto: decir que tienes pruebas, pero no presentarlas jamás. Y esto es así, porque al igual que en el caso de la religión, en que los fieles seguidores creen al pie de la letra al profeta que dice haber visto a dios detrás de una zarza ardiendo, sin prueba alguna, de la misma manera el líder carismático (e insufrible, por otra parte) puede mirarnos a los ojos fijamente mientras jura que Sadam Hussein posee armas de destrucción masiva, o la esposa del insufrible puede sostener haber visto las famosas máquinas con que se trituran los abortos con sus almitas dentro, o Rajoy intentar despistarnos con los hilillos de plastilina saliendo del Prestige, o Camps puede asegurar que se paga sus trajes…

No importa que la realidad les desmienta luego, que se demuestre que el hombrecillo insufrible no tenía ni la más puta idea de las armas con que contaba Irak, que no exista ni un prototipo de trituradora de fetos, que los hilillos de fuel se conviertan en el mayor desastre ecológico de la historia de España, o que los jueces den por cierto que Camps no se pagaba sus trajes.
Nada de eso parece mermar la confianza en el líder, el falso profeta, el hacedor de mentiras. Hacer descansar la carga de la prueba, no en el acusador sino en el acusado, no tiene un átomo de valor jurídico, y ellos lo saben, pero refuerza el mecanismo de la fe, que es lo que importa en las horas de tribulación. Cuanto más disparatada sea la propuesta más se pone a prueba la fidelidad de los seguidores. Así que me temo que lo que hemos visto y oído hasta ahora no es más que un aperitivo hasta conseguir poner patas arriba todas las instituciones del Estado.