¿Qué hacer?

Esta pregunta se la planteaban, plantean y plantearán los mortales en los momentos peliagudos de su existencia y perdonen si les recuerdo a Aznar que usaba esta anticuada forma del éramos, somos y seremos.
Ya Lenin la utilizó como título de una de sus publicaciones, preocupa a los alcohólicos que quieren curarse, a los que no saben que hacer con sus vidas y a los que quieren combatir las mareas negras.

Imagino que los cardenales que han de elegir el sucesor del fallecido papa se hacen esta pregunta. Si alguno de ellos pensaba votar por un candidato con ideas de apertura y reformistas se habrá quedado estupefacto ante el gran teatro del mundo que ha podido presenciar durante los funerales de Juan Pablo II. Unos lo apostillaban ‘El Grande’ y otros pedían su santificación a gritos. La ratificación de su importancia avalada por la presencia de sus amigos y enemigos entre los jefes de gobierno y líderes de distintas religiones les habrá acabado de poner las cosas más cuesta arriba.

Mientras estos días nos recuerdan que los hombres pueden optar a la sucesión del sumo pontífice las reformas para que las mujeres también lo puedan ser sospecho que habrán de esperar.
Como decía una feminista (?):
Cualquier varón bautizado católico es potencialmente papable.
Así que anímense, es un privilegio que las mujeres no disfrutamos, preferimos ser mamables.