8.4.05

Tres veces tres

Cada vez que leo los ritos protocolarios que se siguen cuando fallece un papa –que por cierto datan del año catapún- siento curiosidad por saber su orígen. Resulta que el Camarlengo lo ha de llamar tres veces por su nombre y le golpea la cabeza con un martillo de plata. Lo que no se es qué pasa si contesta. ¿Le atizan con el martillo para rematarlo? Imaginemos que aún está vivo pero no puede hablar. Pues a base de tres martillazos acaban con él.
En el caso de este papa el rito, de acuerdo con los nuevos tiempos, ha excluído los viejos sistemas macabros para determinar la muerte del Papa y sólo ha contemplado el certificado médico de defunción.

Otra curiosidad. Leo que el ataúd es de ciprés, que, la verdad, cuando lo he visto por la tele y en las fotos de los periódicos, me ha dado la impresión de que habían querido ahorrar en contraste con el boato y lujo que suele acompañar todo lo pontificio. He llegado a pensar si era un deseo del difunto, expresado en su testamento, como acto de modestia más en consecuencia con el voto de pobreza que hacen los sacerdotes. Pero ante mi asombro leo que es el primer ataúd de los tres en los que será depositado el cadáver. El segundo creo que es de plomo y el tercero de nogal. Otra vez el tres. Es como si quisieran asegurarse de que de ahí no sale. Mira que si les resucita al tercer día.

No se, no se, todo esto me huele a chamusquina que termina, como siempre, con una fumata bianca.