Ignorancia y complacencia
El periodista Xavier Mas de Xaxàs publica en la versión digital del diario La Vanguardia de Barcelona del 17 de fecbrero un artículo encabezado 'Ignorancia y complacencia'. Ya he reseñado con anterioridad que es uno de mis periodistas favoritos y como este fín de semana no tengo tiempo de escribir, y me consta que la mayoría de mis lectores no leen la Vanguardia, os hago partícipes de sus ideas por lo que transcribo su texto a continuación.
"XAVIER MAS DE XAXÀS - 17/02/2006 - 20.47 horas
La derecha española sigue agitando al vulgo con tácticas propias de regímenes totalitarios, aprovechando que la ignorancia y la complacencia están mucho más asentadas entre nosotros que la sabiduría. Mentiras sencillas de entender, repetidas una y mil veces... ya saben a qué me refiero. Mariano Rajoy, por ejemplo, ha comparado la situación del castellano en Catalunya con la que sufrió el catalán durante la dictadura, y millones de personas le han creído. Nosotros sabemos que es una manipulación más, la última de momento, en busca del enfrentamiento que lo ponga todo patas arriba y así, con el miedo en el cuerpo, los españoles voten el regreso del PP al poder. ¿Pero cuántos somos nosotros? ¿Cuántos españoles, de la ideología que sea, conservamos la memoria del pasado? No fue hace tanto tiempo: el catalán estaba prohibido en las mismas escuelas catalanas en las que el castellano es hoy una de las asignaturas más importantes. Sin embargo, ¿cuántas personas de las que el viernes 17 de febrero arroparon a José María Aznar en Madrid mientras firmaba en contra del nuevo Estatuto de Catalunya creen la afirmación de Rajoy? ¿Cuántos compran la publicidad anticatalana que el PP de Andalucía emite estos días por televisión? ¿A cuántos salmantinos les va bien que la calle Gibraltar, donde se encuentra el archivo de la guerra civil, pase a llamarse calle del Expolio? Creo que estas preguntas son clave para entrever lo que nos deparará el futuro más inmediato. La última encuesta del CIS asegura que el PP recorta distancias con el PSOE. Un 38% del electorado respalda al partido de Rajoy, mientras que un 39,6% está con el Gobierno. Si tenemos en cuenta que en las últimas elecciones legislativas votamos 25,8 millones de personas, el 38% de apoyo que ahora tiene el PP representa, más o menos, 9,8 millones de votos. Es decir, hay 9,8 millones de españoles que, o bien se creen a pies juntillas lo que dicen los políticos del PP o bien están dispuestos a votarles aunque sepan que es mentira. No sé qué es peor. La cuestión es que en España, al igual que en otros países occidentales, la derecha, con ayuda de una estrategia mediática muy efectiva, ha conquistado a millones de ciudadanos con mentiras. No es que las izquierdas no utilicen las mentiras con fines políticos, que sí lo hacen, pero no con tanta efectividad. El reiterado recurso a las falsedades por parte de la derecha, además, pone en peligro las estructuras fundamentales del estado. El PP asegura que el Gobierno está dispuesto a pagar un precio político por una tregua de ETA y pone el ejemplo de los presos etarras que quedarán libres en los próximos años al haber cumplido sus condenas. Siendo Aznar presidente, hubo negociaciones directas con ETA, y decenas de etarras quedaron libres al haber saldado su deuda con la sociedad. El estado de derecho se desmorona si los presos no quedan en libertad al final de sus condenas. A la nueva derecha, sin embargo, parece que no le importa que se abran brechas tan grandes en el sistema democrático. No le importa al presidente estadounidense George W. Bush, decidido a mantener Guantánamo con cientos de presos sin derecho a un juicio. No le importa a Giancarlo Fini, ministro italiano de Asuntos Exteriores y líder de la neofascista Alianza Nacional, promotor de una ley que honra a los soldados que sirvieron a Mussolini, boicoteador del 25 de abril, día que su país celebra la liberación del fascismo, e impulsor de varios cambios en los libros de texto para maquillar las atrocidades del pasado fascista italiano. El PP actúa dentro de una corriente conservadora similar, que va desde Estados Unidos a Austria y Suiza, pasando por Holanda, Bélgica, Italia, Noruega y Dinamarca, donde hay partidos que, con más o menos responsabilidad y sentido de la historia, sienten que son los únicos guardianes de la identidad nacional. La principal estrategia de esta ideología conservadora y nacionalista es la estigmatización del contrario. Es la famosa frase de Bush respecto a la lucha contra Al Qaeda: "Quien no esté con nosotros está contra nosotros". Desde esta perspectiva, las ideas diferentes son subversivas y letales, y deben ser extirpadas con autoridad. ¿No han notado que cada día abundan más las actitudes autoritarias? El vicepresidente estadounidense Dick Cheney, por ejemplo, trató de escurrir el bulto de la perdigonada que le metió a un compañero de caza el pasado fin de semana en Texas, y cuando no ha tenido más remedio que asumir las consecuencias de su mala puntería ha optado por una entrevista pactada con Fox News, un canal amigo. Líderes como Cheney, Bush, Fini, Berlusconi, Aznar, Rajoy, Acebes y Zaplana se meten en la cama soñando que son héroes que luchan contra hordas de bárbaros. Tienen este punto mesiánico que les lleva a cometer todo tipo de imprudencias. No miden sus palabras, no conservan la sangre fría, hablan y hablan desde el miedo y el odio. Habrían encajado bien 'Las reglas del juego' de Jean Renoir, estrenada en 1939, cuando Hitler estaba a punto de comerse media Europa. Renoir utiliza una cacería para retratar la decandencia burguesa en Francia y exponer la incapacidad intelectual y humana para gestionar el presente. Las consecuencias de la idiotez, la ignorancia y la complacencia son las mismas hoy que en 1939."
"XAVIER MAS DE XAXÀS - 17/02/2006 - 20.47 horas
La derecha española sigue agitando al vulgo con tácticas propias de regímenes totalitarios, aprovechando que la ignorancia y la complacencia están mucho más asentadas entre nosotros que la sabiduría. Mentiras sencillas de entender, repetidas una y mil veces... ya saben a qué me refiero. Mariano Rajoy, por ejemplo, ha comparado la situación del castellano en Catalunya con la que sufrió el catalán durante la dictadura, y millones de personas le han creído. Nosotros sabemos que es una manipulación más, la última de momento, en busca del enfrentamiento que lo ponga todo patas arriba y así, con el miedo en el cuerpo, los españoles voten el regreso del PP al poder. ¿Pero cuántos somos nosotros? ¿Cuántos españoles, de la ideología que sea, conservamos la memoria del pasado? No fue hace tanto tiempo: el catalán estaba prohibido en las mismas escuelas catalanas en las que el castellano es hoy una de las asignaturas más importantes. Sin embargo, ¿cuántas personas de las que el viernes 17 de febrero arroparon a José María Aznar en Madrid mientras firmaba en contra del nuevo Estatuto de Catalunya creen la afirmación de Rajoy? ¿Cuántos compran la publicidad anticatalana que el PP de Andalucía emite estos días por televisión? ¿A cuántos salmantinos les va bien que la calle Gibraltar, donde se encuentra el archivo de la guerra civil, pase a llamarse calle del Expolio? Creo que estas preguntas son clave para entrever lo que nos deparará el futuro más inmediato. La última encuesta del CIS asegura que el PP recorta distancias con el PSOE. Un 38% del electorado respalda al partido de Rajoy, mientras que un 39,6% está con el Gobierno. Si tenemos en cuenta que en las últimas elecciones legislativas votamos 25,8 millones de personas, el 38% de apoyo que ahora tiene el PP representa, más o menos, 9,8 millones de votos. Es decir, hay 9,8 millones de españoles que, o bien se creen a pies juntillas lo que dicen los políticos del PP o bien están dispuestos a votarles aunque sepan que es mentira. No sé qué es peor. La cuestión es que en España, al igual que en otros países occidentales, la derecha, con ayuda de una estrategia mediática muy efectiva, ha conquistado a millones de ciudadanos con mentiras. No es que las izquierdas no utilicen las mentiras con fines políticos, que sí lo hacen, pero no con tanta efectividad. El reiterado recurso a las falsedades por parte de la derecha, además, pone en peligro las estructuras fundamentales del estado. El PP asegura que el Gobierno está dispuesto a pagar un precio político por una tregua de ETA y pone el ejemplo de los presos etarras que quedarán libres en los próximos años al haber cumplido sus condenas. Siendo Aznar presidente, hubo negociaciones directas con ETA, y decenas de etarras quedaron libres al haber saldado su deuda con la sociedad. El estado de derecho se desmorona si los presos no quedan en libertad al final de sus condenas. A la nueva derecha, sin embargo, parece que no le importa que se abran brechas tan grandes en el sistema democrático. No le importa al presidente estadounidense George W. Bush, decidido a mantener Guantánamo con cientos de presos sin derecho a un juicio. No le importa a Giancarlo Fini, ministro italiano de Asuntos Exteriores y líder de la neofascista Alianza Nacional, promotor de una ley que honra a los soldados que sirvieron a Mussolini, boicoteador del 25 de abril, día que su país celebra la liberación del fascismo, e impulsor de varios cambios en los libros de texto para maquillar las atrocidades del pasado fascista italiano. El PP actúa dentro de una corriente conservadora similar, que va desde Estados Unidos a Austria y Suiza, pasando por Holanda, Bélgica, Italia, Noruega y Dinamarca, donde hay partidos que, con más o menos responsabilidad y sentido de la historia, sienten que son los únicos guardianes de la identidad nacional. La principal estrategia de esta ideología conservadora y nacionalista es la estigmatización del contrario. Es la famosa frase de Bush respecto a la lucha contra Al Qaeda: "Quien no esté con nosotros está contra nosotros". Desde esta perspectiva, las ideas diferentes son subversivas y letales, y deben ser extirpadas con autoridad. ¿No han notado que cada día abundan más las actitudes autoritarias? El vicepresidente estadounidense Dick Cheney, por ejemplo, trató de escurrir el bulto de la perdigonada que le metió a un compañero de caza el pasado fin de semana en Texas, y cuando no ha tenido más remedio que asumir las consecuencias de su mala puntería ha optado por una entrevista pactada con Fox News, un canal amigo. Líderes como Cheney, Bush, Fini, Berlusconi, Aznar, Rajoy, Acebes y Zaplana se meten en la cama soñando que son héroes que luchan contra hordas de bárbaros. Tienen este punto mesiánico que les lleva a cometer todo tipo de imprudencias. No miden sus palabras, no conservan la sangre fría, hablan y hablan desde el miedo y el odio. Habrían encajado bien 'Las reglas del juego' de Jean Renoir, estrenada en 1939, cuando Hitler estaba a punto de comerse media Europa. Renoir utiliza una cacería para retratar la decandencia burguesa en Francia y exponer la incapacidad intelectual y humana para gestionar el presente. Las consecuencias de la idiotez, la ignorancia y la complacencia son las mismas hoy que en 1939."
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