15.8.06

El primer ordenata



Estos días toda la prensa nos recuerda que el invento del ordenador cumple sus 25 abriles. Revolviendo por la memoria he tratado de encontrar por alguna casilla del cerebro mis primeras experiencias con este invento.

Por allá el año 73, junto con Mustafa, compañero de trabajo, hacía bastante tiempo que tratábamos de convencer a todos de que había que modernizar la oficina con ordenadores. No teníamos ni idea de cómo funcionaban pero teníamos el firme convencimiento de que había que ponerse al día. La resistencia a su implantación provenía sobre todo del secretariado cuyo personal los veía como una amenaza a su puesto de trabajo. Para colmo el administrador convenció al patronato de la fundación de que había que adquirir máquinas de escribir eléctricas en vez de computadoras. No quiero alargarme mucho sobre esta decisión pero sí reseñar que el administrador salió rana y al cabo de un año nos enteramos de que había cobrado comisión por esta adquisición y de paso aligerado la caja de la fundación. Era jugador!

Pero este triste recuerdo se ha borrado pronto al venirme a la memoria la tarde que Mustafa me llamó por teléfono para decirme que se acababa de comprar un ordenador. Que no se aclaraba mucho y que si podía ir a su casa para ver si entre los dos... No se lo que me dijo a continuación porque para entonces yo ya estaba en el coche camino de su casa. Por fín íbamos a poder descubrir el nuevo mundo.

El Comodore 64 que lucía sobre la mesa tenía algo mágico. Sin más preámbulos lo puso en marcha y temblando de emoción nos quedamos contemplando la pantalla en blanco, en realidad en negro, hasta que Mustafa me aclaró que no pasaba de allí. Lo intentamos un par de veces y como siempre se repetía este vacío en la pantalla decidimos ir a la tienda de inmediato porque estaban a punto de cerrar y era sábado. La perspectiva de no poder disfrutar del nuevo juguete era demasiado frustrante. Cual no sería nuestra sorpresa cuando en la tienda nos dijeron que no había nada defectuoso y que lo único que había que hacer era esperar más rato para dar tiempo a que...

De nuevo en su casa y tras una paciente espera, que pareció un siglo, por fín apareció un enigmático c:\ y un signo - tembloroso. Albricias! Hubo los clásicos chócalas como si hubiéramos realizado una proeza. ¿Y ahora qué? Pues eso, ni idea.
Una pequeña evaluación del tiempo que habíamos consumido para llegar a este punto nos convenció de que había que darse un respiro, cenar, y luego, ya más calmados, consultar el libro que acompañaba al ordenador.

El libro fue otra. No veas. Se nos ocurrió programar, copiando un ejemplo que había en el libro. Creo recordar que programaba en lenguaje BASIC y, como pronto aprendimos, si hay un error sintáctico no funciona el invento. Mustafa me cedió pronto el teclado por aquello de que lo manejaba más rápido que él. Tras varios intentos frustrados decidimos imprimir lo escrito. De esta forma podíamos controlar mejor los errores. Y corrigiendo, corrigiendo, llegó a funcionar. LLegué a casa a las 4 y media de la madrugada. Estaba tan high que puse la tele y por suerte o desgracia daban un programa deportivo que impidió que me fuera a la cama enseguida. Hasta muy entrada la mañana no caí en brazos de Morfeo.

Otra experiencia de esta época fue la primera partida de ajedrez contra un ordenador. Un amigo mío, programador de una multinacional, que conocía mi afición me propuso enfrentarme al programa de ajedrez que le habían dejado. Un domingo me llevó a la fábrica y nada más ver el tamaño de los ordenadores que ocupaban toda una planta de la fábrica, me entró ya el tembleque. Quien era yo para enfrentarme a aquellos monstruos IBM. Me iban a destrozar. En fín, ya sabéis que me pierde siempre la curiosidad por lo que haciendo de tripas corazón me senté ante la pantalla del ordenata. Mi amigo me advirtió que para hacer efectiva la jugada había que pulsar la tecla ENTER pero una vez pulsada ya no se podía volver atrás. Esto acabó de ponerme más nervioso de lo que ya estaba.

Por fín arrancó el programa. En pantalla apareció un tablero con sus fichas y como me había dado las blancas me tocó empezar a mi. Escribí la primera jugada y estuve un buen rato mirándola y remirándola antes de darle al ENTER. Pero a la jugada 6 el programa hizo un fallo de principante y se dejó amenzar por un peón mio un alfil y un caballo con la consiguiente pérdida de una de las dos piezas. Aquí empecé a dar saltos y gritos y le dije a mi amigo que había ganado a una computadora aunque ello era gracias a que el programa era muy malo. Mi amigo, que no entiende mucho de ajedrez, dijo que el programa no abandonaba y que había que seguir hasta que se rindiera. Por más deprisa que jugué aquello duró una eternidad hasta que ya le pude dar jaque mate. Que cruz!

Y ya véis, hoy en día paso muchas horas de mi retiro frente a la pantalla del ordenador, con mi blog, mis websites y navegando por internet hecho un Magallanes.
La vuelta al mundo en ochenta días de Julio Verne se ha convertido en 80 vueltas al mundo en un día.

Que santa Lucia me conserve la vista...

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Por fin!!! ya he leido todos tus articulos. es k abrimos el dia 16 la farmacia i hasta ahora no he tenido un momento para dedicarle al ordenador. m han gustado muxo. el xiste de la emigracion es buenisimo!!
bueno a ver cuando te conectas al messenger!! hasta pronto
muaaaaaaaaax
victoria

9:21 p. m.  
Blogger Camon said...

Lo de la emigración no es un chiste; es verídico.
Hasta pronto.

4:08 p. m.  

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