Crucero por el Mediterráneo -6-
6. Si lo sé no vengo, o la noche del loro
El viaje Ajaccio-Marsella fue lo peor del viaje. Ya durante la cena el barco empezó a acusar las embestidas del mar Mediterráneo. Mis acompañantes empezaron a palidecer ya que tienen problemas durante las travesías en barco pero esta vez no habían tenido la precaución de tomar las pastillas por aquello de que el Mediterráneo es una balsa de aceite…
Pronto cambiaron de opinión y todo el personal del barco empezó a repartir bolsitas entre los pasajeros y a colocarlas en los lugares más estratégicos por donde había que circular. Por una vez la naturaleza se apiadó de mí y no tuve problemas. Lo más grave fue no sucumbir al asco que producen las bascas de los demás. Mientras todos iban al camarote me fui a recepción donde pude hacerme con unas pastillas contra el mareo que les calmó un poco.
El bridge, recién empezada la primera partida, tuvo que suspenderse ya que varios salieron disparados con una bolsa por bozal. Dando bandazos por el barco como si estuviéramos borrachos conseguimos llegar a una de las salas de fiesta que por hallarse situada en el centro del barco no acusaba tanto el vaivén. Mi mujer empezó a sentirse mejor y poco a poco se fue serenando. Había una sesión de karaoke que por fortuna duró poco. Lo que siguió a continuación también tuvo delito; el screen test. Dos equipos escogidos de entre el público competían a ver quien sabía más cosas de películas antiguas. En una pantalla aparecían unos iconos -de ahí lo de screen test- y tras cada uno de ellos se albergaban preguntas de temas distintos sobre el cine. Me ausenté un momento para ir al lavabo y a mi regreso me encontré que la gente a nuestro alrededor reía y miraba a mi mujer porque se había quedado dormida. Un afortunado efecto secundario de las pastillas.
Al día siguiente, durante el desayuno, ya bastante recuperados, todos los afectados decían lo mismo. No volveré a poner los pies en un barco…
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