El primero de abril
Pues esta fecha resulta que tiene un significado especial para mi ya que un primero de abril de hace 33 años emigré a los Países Bajos.
El primer día suele causar gran impacto y lo recuerdo como si fuera ahora. Viajé desde Barcelona en un 2 caballos y, a pesar de las innumerables pegas técnicas que no me permitieron llegar el día antes, logré estar en mi nuevo trabajo a la hora convenida. Mientras colgaba mi abrigo entró una colega holandesa que hacía dos como yo de alto y de ancho a quien ayudé galantemente a despojarse del suyo poniéndome de puntillas. Se sorprendió del gesto, que agradeció, pero anoté que, al menos en esta oficina, esto no era muy corriente.
El director me presentó a los nuevos compañeros a los que sólo pude dar los buenos días e intentar articular un 'encantado' que prácticamente era todo el holandés que había aprendido. Todos hicieron muchos aspavientos de lo bien que hablaba el idioma detalle que agradecí, consciente de mi absoluta ignorancia de este idoma que es el más difícil que he tenido que torear. No he ganado para cornadas.
A continuación fuimos a la sala de reuniones donde cada lunes se reunía el personal. Mientras todo el mundo se iba aposentando la colega del abrigo iba sirviendo café. A su preguta ¿café? contesté educado 'gracias' y pasó de largo hacia el siguiente. Ante mis gestos de que 'sí que quiero' me aclaró que mi respuesta en holandés es que no quieres. Primera cornada.
Durante dos horas sobreviví la reunión a pesar de no entender ni jota y de casi asfixiarme ya que el local era pequeño y todos fumábamos sin parar. Mis ducados fueron una aportación importante a la nebulosa azul que se formó y que impedía distinguir a los que estaban sentados enfrente. Durante la pausa a media reunión todos me asaltaron a preguntas y traté de explicar que había llegado en un dos caballlos. Tras innumerables esfuerzos y gesticulaciones de todo tipo uno pareció entender que había llegado montado a caballo. Segunda cornada.
El primer día suele causar gran impacto y lo recuerdo como si fuera ahora. Viajé desde Barcelona en un 2 caballos y, a pesar de las innumerables pegas técnicas que no me permitieron llegar el día antes, logré estar en mi nuevo trabajo a la hora convenida. Mientras colgaba mi abrigo entró una colega holandesa que hacía dos como yo de alto y de ancho a quien ayudé galantemente a despojarse del suyo poniéndome de puntillas. Se sorprendió del gesto, que agradeció, pero anoté que, al menos en esta oficina, esto no era muy corriente.
El director me presentó a los nuevos compañeros a los que sólo pude dar los buenos días e intentar articular un 'encantado' que prácticamente era todo el holandés que había aprendido. Todos hicieron muchos aspavientos de lo bien que hablaba el idioma detalle que agradecí, consciente de mi absoluta ignorancia de este idoma que es el más difícil que he tenido que torear. No he ganado para cornadas.
A continuación fuimos a la sala de reuniones donde cada lunes se reunía el personal. Mientras todo el mundo se iba aposentando la colega del abrigo iba sirviendo café. A su preguta ¿café? contesté educado 'gracias' y pasó de largo hacia el siguiente. Ante mis gestos de que 'sí que quiero' me aclaró que mi respuesta en holandés es que no quieres. Primera cornada.
Durante dos horas sobreviví la reunión a pesar de no entender ni jota y de casi asfixiarme ya que el local era pequeño y todos fumábamos sin parar. Mis ducados fueron una aportación importante a la nebulosa azul que se formó y que impedía distinguir a los que estaban sentados enfrente. Durante la pausa a media reunión todos me asaltaron a preguntas y traté de explicar que había llegado en un dos caballlos. Tras innumerables esfuerzos y gesticulaciones de todo tipo uno pareció entender que había llegado montado a caballo. Segunda cornada.
Ya en casa traté de poner en orden mis ideas y pronto caí en los brazos de morfeo. Antes de caer rendido aún oí que mi mujer me decía que en Holanda el uno de abril es el día que hacen bromas. Es el día de los inocentes...
1 Comments:
He leído que tu aterrizaje en los Países Bajos fue singular. En mi caso no fue así por motivos familiares y porque además siempre he ido de turista.
Pero mi primera estancia en Gantes fue mi satisfactoria a pesar de desconocer el flamenco porque un vecino de restaurante que hablaba francés, acabó enseñándonos amigablemente la ciudad toda la tarde a cambio de un "Ducados" tras cinco años sin fumar y por el que me recompensó con 0,50 euros.
Comprendo el éxito de tus Ducados en tu aterrizaje.
romero
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